¿Cuántas veces, tras escuchar una ponencia sobre Social Media, te quedas con la impresión de que no te has aburrido pero tampoco has aprendido nada útil?
Dicen que para tomar las decisiones correctas basta con hacerse las preguntas adecuadas. La pregunta (adecuada) que suelen hacerse los que se enfrentan por primera vez al desafío de compartir conocimiento frente a una audiencia es (quizás) ésta:
¿Cuál es realmente mi misión?
Lo que el oyente espera
No hace falta tener mucha empatía para saber qué espera el oyente, máxime cuando todos, incluso los formadores, interpretamos ese papel constantemente a lo largo de nuestra vida académica y profesional.
El oyente quiere adquirir conocimiento; para eso ha puesto por delante su tiempo y en ocasiones también su dinero.
Cuando realmente estamos aprendiendo algo que nos interesa y que podemos aplicar en nuestro trabajo al día siguiente, nos sentimos satisfechos, ¿verdad? …No hace falta más.
En esas ocasiones especiales, la atención y el entusiasmo aparecen como por arte de magia a poco que el ponente tenga unas mínimas aptitudes como comunicador.
No al show como valor sustitutivo (sí como valor añadido)
¿Cuántas veces, tras asistir a una conferencia, te quedas con la impresión de que no te has aburrido pero tampoco has aprendido nada útil?
No es infrecuente que el conferenciante profesional despliegue ante nuestros ojos un elaborado show que puede aportar mucho valor a la experiencia formativa. Por desgracia, muchas veces el atrezzo y la fanfarria no se usan sino para disimular unos contenidos pobres o una temática estéril.
“Corta-pega” y “yo he venido a hablar de mi libro”
A los asiduos a eventos y saraos, networkers impenitentes, la realidad cotidiana nos lleva a lidiar frecuentemente con personas que vienen “a vendernos su libro” sin aportar conocimiento alguno a cambio, conferenciantes que hacen “panorámicas sectoriales” con estadísticas e infografías de corta-y-pega disponibles en la Red, divulgadores de perogrullo, oradores que confunden “show” con “aprendizaje”, formadores que desgranan conceptos pero nunca dicen qué hacer con ellos, relatores de anécdotas, presentadores de videos de Youtube, y emprendedores que te cuentan -literalmente- su vida en lugar de enseñarte las claves profesionales que les han llevado al éxito según reza el título de su conferencia…
Lo cierto es que este tipo de malos ponentes ponen en valor a aquellos que sí hacen lo que se espera de ellos.
Con frecuencia la etiqueta social, el miedo cerval que tenemos a “parecer negativos”, los imperativos e intereses del networking, el poderío sectorial de ciertas figuras destacadas, llevan a algunos a celebrar con entusiasmo intervenciones que todos saben que no valen nada… “por ser vos quién sois”.
Si no quieres compartir conocimiento, no lo hagas, nadie te obliga
Es lícito y desde luego muy respetable que un profesional elija vivir de la aplicación de sus conocimientos mediante la prestación de servicios y no de la divulgación de su know-how.
Incluso, es perfectamente entendible que alguien guarde celosamente su sabiduría para preservar su medio de vida. No obstante, no está bien abusar del tiempo de los demás simulando que compartes cuando en realidad lo que haces es ocultar.
Si no quieres revelar lo que tú consideras que son las claves de tu oficio a desconocidos, cobrando o sin cobrar, lo tienes fácil: no te pongas delante de una audiencia haciendo promesas que no vas a cumplir.
La receta para una buena formación / información
La receta ideal para una conferencia formativa o informativa que aporta verdadero valor en un entorno profesional tiene solo tres ingredientes esenciales. Me los dio hace muchos años, sin proponérselo, sólo a base de su ejemplo, un veterano formador de una conocida escuela de negocios de Madrid:
- Conocimientos que la audiencia presumiblemente no tiene, y que no puede adquirir fácilmente por otro medio, salvo a través de la experiencia propia o la de otro profesional
- Conocimientos útiles, directamente aplicables en el ejercicio de la profesión
- Conocimientos argumentados o ilustrados con contenidos propios, o en todo caso novedosos, valiosos o de difícil acceso
Indudablemente, una ponencia de corta-pega no encaja en este esquema, no crea valor.
El conocimiento llega por muchos caminos
El conocimiento se abre paso por sí mismo si el que lo transmite lo posee realmente y no le pone trabas.
Aprender un método o una técnica, descubrir una solución, saber cómo se usa una herramienta, entender una nueva teoría, acceder a nuevos datos, poner en práctica un concepto, participar de una reflexión innovadora, conocer cosas nuevas compartiendo experiencias… el conocimiento puede adoptar muchas formas y llegar por muchos caminos pero, por favor, que fluya con generosidad, que nunca nos falte, y que compense el tiempo que dedicamos a su adquisición.