¿A quién seguir en Twitter? ¿Cuándo devolver un «follow»? Ten un criterio. Define tus propias reglas. Estas son las mías…
Muchos usuarios de Twitter, incluyendo grandes personalidades del panorama Social Media, confiesan que dejan de seguir a las personas que no les siguen. Un ejemplo muy relevante lo tenemos en el caso de Jeff Bullas, que nos habla sobre esto en su artículo How To Get 53,000 Twitter Followers: My Story.
Confieso que yo hago lo mismo. No porque siga una “estrategia”. Tampoco porque me entregue a respuestas emocionales del tipo “¡Ah! ¿que no me sigues, ingrato? pues yo a ti tampoco ¡toma unfollow!”…aunque tentaciones no me faltan.
A la hora de dejar de seguir a otros en Twitter, puedo suponer que muchas personas actúan movidas por criterios apasionados, que al fin y al cabo son los más íntegros y legítimos que podemos tener. Otras se afanan en sofisticados y obsesivos métodos para hacer subir el contador, con un propósito definido o sin él. Pero mi aproximación personal al asunto, lo prevengo, es más racional y posiblemente menos interesante.
Empecemos por el principio y definamos Twitter. Podemos convenir que es un espacio social, un espacio para la conversación y el intercambio de ideas. Dicho lo cual, parece claro lo que deberíamos hacer con él: formar redes. Redes de personas con intereses comunes que quieren interactuar. Redes que crecen como ramales dentro de una red mayor. Y la conclusión, puestos a decidir a quién seguir y a quién no, también parece inevitable: una red social excluye el monólogo y el vínculo asimétrico. Ahí quería yo llegar.
Indudablemente, hay otros enfoques, que parten de otro tipo de usos. Ahora mismo se me ocurren solo dos:
-Seguir a los famosos y recoger unas migajas de su fiesta mientras ellos hacen como si no estuviéramos
-Seguir a los amigos, descubrir que para eso es mejor Facebook, y a continuación exclamar “¡no sé qué le veis a Twitter!”
Si compartes mi punto de vista y apuestas por seguir a personas con las que tienes intereses comunes, si crees que un medio que se define por ser “social” debe serlo realmente, a buen seguro te habrás hecho alguna vez esta pregunta:
¿Quiero escuchar a alguien que no me escucha?
…Y tu respuesta probablemente habrá sido “según”. Lo mismo pienso yo. Pero “según” no es una pauta que me ayude a tener el nivel de productividad que deseo, ni tampoco a alcanzar mis metas. No quiero tener que pararme a pensar cada vez, ni tener un criterio inconsistente. Por eso, después de sistematizar mis ideas al respecto, hace tiempo que decidí aplicar “unas reglas” fijas. Y he pensado que sería una buena idea compartirlas aquí:
Regla de la masa crítica:
Una cuenta que tiene muchos miles de seguidores solo puede “escuchar” selectivamente; que me siga o no me siga es solo una cuestión de etiqueta. Además, si la cuenta que no me sigue aporta mucho más de lo que yo puedo aportar o tiene una autoridad a la que no me puedo equiparar, con más razón aceptaré que, aún sin ser correspondido, el vínculo merece la pena.
Regla de los iguales:
Del mismo modo que entiendo que una persona que “habla a las masas” no puede verme ni escucharme entre el griterío, actúo en consecuencia si un tipo como yo me ignora cuando me tiene delante pese a compartir mis intereses. No es una cuestión de orgullo, sino de sentido común: no intento dialogar o compartir con personas que no me prestan atención. De hecho, ¿por qué iban a prestarme atención? Claro está que este razonamiento es reversible.
Regla del interés común:
No puedo, y creo que tampoco debo, seguir a todo el mundo ni esperar que todo el mundo me siga, ya que el objeto de la red social es la comunicación y no el caos. Solo sigo a las personas con las que comparto intereses y explico claramente en mi “bio” qué pueden esperar de mí.
Regla del idioma y la geografía:
No hablo todos los idiomas (de hecho, para mi vergüenza solo domino dos) y mi modesta actividad no llega más allá de las fronteras de mi país, España. Por este motivo, para seguir a personas de otros países soy más selectivo y, en consecuencia, también más tolerante con sus follow-back. Entiendo que alguien que habla otro idioma o vive en otro país decida no seguirme.
Regla del pasamontañas:
Algunas personas usan Twitter con pasamontañas. Usa cosa es la parodia, la broma o el seudónimo literario, y otra “escurrir el bulto”. Si una señora dice ser la psicoanalista de Espinete y cuenta chistes con gracia, su intención es clara y no necesito saber quién es realmente. Es más, estoy dispuesto a creerme que es la psicoanalista de Espinete. Pero una persona que habla de temas serios y se oculta deliberadamente o se describe a sí misma de manera poco clara no es el tipo de persona con la que quiero dialogar. No lo juzgo, simplemente no me interesan ese tipo de vínculos que, en el fondo, están basados en aceptar una desigualdad.
Regla del respeto:
No sigo cuentas que faltan al respeto a los demás, o que incurren en esos vicios tan comunes y por desgracia tan tolerados en nuestra sociedad como el sectarismo político, la descalificación o la repetición de consignas. Sigo a gente que tiene ideas propias y que no se sorprende de que haya otros que no piensan igual. Tampoco sigo a gente que hace spam.
Regla de la actividad:
Dejo de seguir cuentas que no tienen actividad. Si ya no participan, las razones por las que comencé a seguirlas desaparecen.
Regla #nomecuentesloquecomes:
Las personas que usan Twitter como una red de amigos y comparten información tan transcendente como el chocolate con churros que desayunan en el bar de la esquina, hacen bien, pero si no son amigos míos no me interesa, y si lo son prefiero que me lo cuenten en Facebook o, mejor aún, en persona.
Estas son “mis reglas”. ¿Cuáles son las tuyas?